domingo, 30 de diciembre de 2007

El domingo y sus peligros

Fue una experiencia dura la ducha esta mañana.

La radio encendida. El boletín de las 12. Y con el agua tibia iban cayendo también, una tras otra, sin tregua,

la manifestación por la f-a-m-i-l-i-a (con la Plaza de Colón vomitada de aconciencias mendigantes de una seguridad inexistente mientras intentan esconder, sin conseguirlo, sus mierdas que rebosan los bolsillos...);

el papa (ignorante del Amor, trozo de carne violáceo, podridas de vacíos sus entrañas) loando ese concepto de matrimonio, "fundado en la unión indisoluble entre un hombre y una mujer" (nada mencionó Benedicto acerca de esos niños que a veces parece que "provocan" con sus comportamientos a los curas, babeante vampiro que mientras ora afila sus colmillos al calor de la aromática piel de aquel bebé, insinuante gesto su desnudo);

mientras un grupo de neonazis amordaza la fachada de una clínica abortista acusando su labor (España, siglo XXI) de genocida (genocida, neonazis, nazismo, genocidio... de algo me suena esta relación pero, caramba, no logro acordarme de qué, maldita memoria...);

"teniendo en cuenta lo que fue nuestro siglo XIX y las dos Repúblicas, el franquismo ha sentado las bases para una España con más orden", tenía que ser Don Manuel quien viniera a rematar esta sangría...

Apenas las doce y diez y la piel se me cuartea por segundos, mientras percibo claramente el lento desgarro de mis pupilas a cada parpadeo nervioso y las yemas de los dedos se contraen.

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No pude por menos que enfundarme a toda prisa los vaqueros para, tras dos vidas de abrazarte intensamente, saltar afuera. Cielo abierto. Y, con las manos en los bolsillos, subir la calle escuchando en mis cascos una canción de Víctor Jara.

sábado, 29 de diciembre de 2007

Más pronto que tarde, ya verán, más pronto que tarde...

Contradanza cruel.
Sombras furtivas proscritas por la hambrura
van y vienen las calles despiadadas,
rebuscando en la basura.

Procesión espectral a un dios canalla
cebado en tanta angustia
de la desoída grey sacrificada,
desangrado cordero en su liturgia.

Constitución. Las tres de la mañana.
Sale un tren al Sur de la locura.
Filosas miradas, dagas de pupilas,
guturales sonidos, fugaces perfiles
que alguna vez conocieron la ternura.

Y si el sueño o los paraísos del pegamento
se enroscan en un niño vencido
en la vigilia y la penuria,
un lejano ángel de amor regresa
a redondearle las facciones duras.

Gritando de harapos.
lamidos por el perro del fuego en los rincones,
arracimados en el desamparo,

con los carritos llenos de latas y cartones,
con el cansino paso de la desesperanza
va la silente caravana.

Los ojos en el piso,
la vergüenza de la escarnecida condición humana.
En un violento espasmo el odio
les enturbia de sangre las puteadas.

Nadie diría que pueden llorar
y, sin embargo, lloran.
¿Quién no lloraría?

Se van tragando los ojos con las lágrimas
hasta la ceguera por la bronca contenida.
Mientras silban,
un cuchillo finito de hielo entre los dientes
como diciendo: “Ya va a llegar el día”.

Rafael Amor

sábado, 15 de diciembre de 2007

Homenaje de ida y vuelta

Yo no tengo una personalidad; yo soy un cocktail, un conglomerado, una manifestación de personalidades.

En mí, la personalidad es una especie de furunculosis anímica en estado crónico de erupción; no pasa media hora sin que me nazca una nueva personalidad.

Desde que estoy conmigo mismo, es tal la aglomeración de las que me rodean, que mi casa parece el consultorio de una quiromántica de moda. Hay personalidades en todas partes: en el vestíbulo, en el corredor, en la cocina, hasta en el W. C.


¡Imposible lograr un momento de tregua, de descanso!

¡Imposible saber cuál es la verdadera!

Aunque me veo forzado a convivir en la promiscuidad más absoluta con todas ellas, no me convenzo de que me pertenezcan.

¿Qué clase de contacto pueden tener conmigo —me pregunto— todas estas personalidades inconfesables, que harían ruborizar a un carnicero? ¿Habré de permitir que se me identifique, por ejemplo, con este pederasta marchito que no tuvo ni el coraje de realizarse, o con este cretinoide cuya sonrisa es capaz de congelar una locomotora?

El hecho de que se hospeden en mi cuerpo es suficiente, sin embargo, para enfermarse de indignación. Ya que no puedo ignorar su existencia, quisiera obligarlas a que se oculten en los repliegues más profundos de mi cerebro. Pero son de una petulancia... de un egoísmo... de una falta de tacto...

Hasta las personalidades más insignificantes se dan unos aires de trasatlántico. Todas, sin ninguna clase de excepción, se consideran con derecho a manifestar un desprecio olímpico por las otras, y naturalmente, hay peleas, conflictos de toda especie, discusiones que no terminan nunca. En vez de contemporizar, ya que tienen que vivir juntas, ¡pues no señor!, cada una pretende imponer su voluntad, sin tomar en cuenta las opiniones y los gustos de las demás. Si alguna tiene una ocurrencia, que me hace reír a carcajadas, en el acto sale cualquier otra, proponiéndome un paseíto al cementerio. Ni bien aquélla desea que me acueste con todas las mujeres de la ciudad, ésta se empeña en demostrarme las ventajas de la abstinencia, y mientras una abusa de la noche y no me deja dormir hasta la madrugada, la otra me despierta con el amanecer y exige que me levante junto con las gallinas.

Mi vida resulta así una preñez de posibilidades que no se realizan nunca, una explosión de fuerzas encontradas que se entrechocan y se destruyen mutuamente. El hecho de tomar la menor determinación me cuesta un tal cúmulo de dificultades, antes de cometer el acto más insignificante necesito poner tantas personalidades de acuerdo, que prefiero renunciar a cualquier cosa y esperar que se extenúen discutiendo lo que han de hacer con mi persona, para tener, al menos, la satisfacción de mandarlas a todas juntas a la mierda.

Oliverio Girondo

viernes, 14 de diciembre de 2007

Perro muerto en tintorería: los fuertes



Hace una semana. Siete días hace que fui a ver esta obra y desde entonces no era capaz de decidirme en el modo de comentarla. He buscado imágenes que pudieran definirla, poemas como disparos que fueran capaces de describirla de algún modo, pero pasado este tiempo me reconozco incapaz, reconozco haber fracasado.

Porque Perro muerto en tintorería: los fuertes no es una obra de teatro al uso (ni siquiera "al uso" encuadrada dentro del teatro experimental o surrealista o existencialista...). No. Perro muerto en tintorería: los fuertes es un auténtico tiro en la sien. La única manera efectiva al parecer de romper el muro en la conciencia dormida de muchos y abrir así una veta de lucidez, de autocrítica, de autenticidad, de compasión y de asco por la compasión al mismo tiempo.

V-e-r-d-a-d-e-r-a-m-e-n-t-e-b-r-u-t-a-l.