jueves, 30 de octubre de 2008

Tan cargada de sentido: "compañera"

Así describe Fernando Fernán Gómez en sus memorias a Emma Cohen, "la compañera de su vida":

"La década de los setenta fue mi mejor verano, un poco tardío, pues me llegó en pleno otoño. Un día, durante el trabajo, entre los árboles de la Casa de Campo, dentro de un coche de caballos, disfrazada de antigua, encontré a la compañera de mi vida. Era joven, hermosa, alegre, pensativa. Le gustaba leer, quería trabajar en el cine, en el teatro, dirigir películas, escribir, cambiar el mundo. Quería ser libre, ser ella, y estaba sola, y no quería estar sola. A partir de entonces compartimos nuestros proyectos, confundimos nuestros recuerdos, trabajamos y esperamos juntos. Llenó la casa de risas, de bromas, de juegos, de amigos. Cuanto ella podía tener de hospitalario me lo entregó, procurando, con su gran instinto, restañar las viejas heridas y, con minuciosa delicadeza, no abrir ninguna nueva".

Bonito, ¿no?

viernes, 24 de octubre de 2008

Todavía existe algo más bonito que las mañanas claras de verano: las mañanas claras de invierno.

jueves, 23 de octubre de 2008

Transmutaciones momentáneas

Es curioso.

Es curioso como, a veces, por algo que has leído, que te han contado o que, incluso tú mismo has visto, sufres una especie de transmutación. Como una extrañeza de tu propio cuerpo. Y te pones de un modo tan real en el lugar del otro que te da hasta miedo... Y de pronto eres tan extremadamente consciente de que podías haber sido otra persona, en otras circunstancias... Que, efectivamente, da miedo.

Y, agarrada a la barra, voy leyendo en el bus el dominical de El País. Sí, lo sé, es jueves, pero el fin de semana no me dejó ni un segundo libre. Hacia la mitad de la revista, un reportaje sobre el Ejido de Jesús Rodríguez capta mi atención:

"... Como esa mujer nigeriana que partió hacia Europa hace cinco años con su marido y su recién nacido. En el camión murió su hijo. Su marido la abandonó. Ella siguió. Atravesó el Sáhara. Llegó a Marruecos embarazada de gemelos. Trabajó en Tánger hasta pagar el pasaje en una patera para los tres. Lo consiguió. A unos metros de la costa de Marruecos, la patera se hundió. La mujer alcanzó nadando la orilla. Sus niños perdieron la vida. Durante cuatro años pidió limosna para conseguir un nuevo pasaje. Cuando le preguntan por qué no desistía, contestaba: "Mirar a Europa es mirar al futuro; y mirar a África es mirar al pasado. Y desde este lugar me cuesta mucho más retroceder que seguir adelante". Esa mujer subió a una patera el pasado mes de agosto con dirección a Almería. El Ejido era su destino. Murió ahogada junto a otros 30 sin papeles. No llegó a paladear el sueño europeo".

Joder, pero si es mi parada! Toco el botón del avisador y me bajo corriendo. Son las diez y cuarto y llegó tarde a la redacción...

martes, 21 de octubre de 2008

De dignidad y resistencia

Tiene una mirada penetrante, sincera, fuerte. Y las ideas muy claras. Destila además una humanidad de ésa que sólo poseen quienes trabajan día a día con la parte más vulnerable del ser humano: la enfermedad. Y además comprenden el sufrimiento ajeno, empatizan con su dolor y no se quedan al margen.

"Contra la mentira, optamos por resistir", me dice Luis Montes. Y el tiempo les dio la razón. Pero, ¿quién se acuerda de aquello?


¿Quién se acuerda ya del calvario que hubo de soportar durante tres largos años las Urgencias del Hospital de Leganés? De las infamias lanzadas a bomba y fuego —en una estrategia maquiavélicamente calculada desde el Gobierno de la Comunidad de Madrid— contra el equipo médico que las coordinaba, capitaneado por el doctor Montes.

Tres largos años de insultos, de mentiras, de calumnias... En una campaña de desprestigio al más alto nivel contra unos médicos que simplemente hacían su trabajo. Unos médicos que no entendían como humano el encarnizamiento terapéutico que lleva a mantener con vida a toda costa a un enfermo en fase terminal —"el sufrimiento dignifica", "Jesucristo murió con dolor", alegan sus próceres, a la derecha de Aguirre—.

Y les acusaron ni más ni menos que de "asesinos". Por no declararse en objección de conciencia. Por ayudar a que tantos enfermos en fase terminal de la Comunidad de Madrid murieran sin dolores en los estertores de la muerte.

Y, rizando el rizo, les acusaron de "aprovecharse de una población (la de Leganés, la de los ciudadanos de una población situada al Sur de Madrid) con bajo nivel cultural" para llevar a cabo este tipo de prácticas médicas. ¿Cómo se puede tener tan poca vergüenza? ¿Cómo se puede insultar de este modo a tanta gente sin que les tiemble la voz?

"Doctor Muerte" le insultó la COPE durante las mañanas de tres largos años al doctor Montes. ¿Cómo podemos tolerar los ciudadanos de este país la existencia de un medio de comunicación como éste que únicamente se dedica a crispar y a difamar, sin ningún tipo de rigor informativo y que reviste cada noticia, cada opinión de la más retrógrada, de la más castradora, de la más dictatorial, de la más medieval, de la más inquisitorial de las ideologías posibles?

Hubo de ser finalmente un tribunal, concretamente la Audiencia Provincial de Madrid a comienzos de este año 2008 —la batalla orquestada desde la entonces Consejería de Lamela comenzaría un 11 de marzo de 2005—, quien concluyera que en las Urgencias del Hospital de Leganés no sólo no se habían cometido "sedaciones irregulares" sino que además no se había practicado ningún tipo de mala praxis médica.

Ante esta sentencia judicial, la Comunidad de Madrid niega la mayor y el silencio. Sin rectificaciones. Sin disculpas. Sólo la prepotencia que les caracteriza. La firma de un despotismo al que ya nos tenía acostumbrados,por ejemplo, Jose María Aznar.

¿Hasta cuándo vamos a soportar esto?

miércoles, 8 de octubre de 2008

Reenganchándonos a la vida

Porque hay días como éste en los que resulta imprescindible una píldora de genialidad que endulce el café del medio día...

"Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente sus orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de pronto era el clinón, la esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpaso en una sobrehumítica agopausa. ¡Evohé! ¡Evohé! Volposados en la cresta del murelio, se sentían balpamar, perlinos y márulos. Temblaba el troc, se vencían las marioplumas, y todo se resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias."

(Julio Cortázar, capítulo 68 de `Rayuela´).