miércoles, 26 de mayo de 2010

De niño bailaba canciones del moro,
el baile venía de adentro y así se inventaban los modos.
De niño soñaba olores profundos,
las mezclas de espuma, colonia
y sudor de unos pechos desnudos.

Creció con su sueño y un día le dijo:
Acabo de verte y ya sé que nací pa' casarme contigo.
Matilde mi vida, Matilde mi estrella,
le dijo que si nos casamos Antoine y bailó para ella.

Y abrázame fuerte que no pueda respirar,
tengo miedo de que un día
ya no quiera bailar conmigo nunca más.

Cariño y ternura, colonias y besos,
te tengo, me tienes,
quisiera morirme agarrado a tus pechos.
El amor es tan grande, tan sincero y sentido,
que un día de lluvia Matilde
acabó por tirarse en el río.

Y abrázame fuerte que no pueda respirar,
tengo miedo de que un día
ya no quiera bailar conmigo nunca más.

Mejor buenos recuerdos que un pasado perdido,
por eso un buen día Matilde acabó por tirarse en el río.
Lo que fue tan hermoso que no caiga al olvido,
te estaré recordando por siempre
Matilde que tú no te has ido.

Y abrázame fuerte que no pueda respirar,
tengo miedo de que un día ya no quiera bailar conmigo.
Abrázame fuerte que no pueda respirar,
tengo miedo de que un día
ya no quiera bailar conmigo nunca más.


'El marido de la peluquera',
Pedro Guerra

viernes, 7 de mayo de 2010

Retazos de piel

Encuentros inesperados, que son los verdaderos. Así lo firmaría el genio y así lo he podido yo comprobar una vez más. Gracias a tí (también una vez más).

Por eso, y por tantas cosas, he decidido acompañar el intento de mi enésima creación con Cortázar, si él me lo permite...


Para leer en forma interrogativa

Has visto
verdaderamente has visto
la nieve los astros los pasos afelpados de la brisa
Has tocado
de verdad has tocado
el plato el pan la cara de esa mujer que tanto amás
Has vivido
como un golpe en la frente
el instante el jadeo la caída la fuga
Has sabido
con cada poro de la piel sabido
que tus ojos tus manos tu sexo tu blando corazón
había que tirarlos
había que llorarlos
había que inventarlos otra vez.


'Salvo el crepúsculo'
(Julio Cortázar).

jueves, 6 de mayo de 2010


La vida.

(...)

Y la miras de reojo
temeroso
de que pueda cegarte
su intensidad.

Comerse el mundo.
Qué ironía.

En su afán
por no sentir
a cada segundo
la desagradable náusea
de la inmensidad

se empeña en ponerle nombre
a cada estrella.
Elige tres.

Si le damos la espalda
a la realidad,
nuestra imagen crece
ante el espejo.
Ausente de comparativas,
de gradientes,
de relación.

Alivio momentáneo.
Vengativa huida.

Juego ridículo.
Absurdo.

Y cada mañana,
sin excepción,
la vida le estalla
en plena cara.