jueves, 6 de mayo de 2010


La vida.

(...)

Y la miras de reojo
temeroso
de que pueda cegarte
su intensidad.

Comerse el mundo.
Qué ironía.

En su afán
por no sentir
a cada segundo
la desagradable náusea
de la inmensidad

se empeña en ponerle nombre
a cada estrella.
Elige tres.

Si le damos la espalda
a la realidad,
nuestra imagen crece
ante el espejo.
Ausente de comparativas,
de gradientes,
de relación.

Alivio momentáneo.
Vengativa huida.

Juego ridículo.
Absurdo.

Y cada mañana,
sin excepción,
la vida le estalla
en plena cara.

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