martes, 10 de marzo de 2009

¿Por qué no?

El esfuerzo por dotar cada gesto de sentido.

Meterte en la ducha (sí, como todas las mañanas, pero diferente esta vez) y disfrutar con la caricia del agua; desayunar hablando contigo (hoy coincidimos); las noticias que baten, constantes, dentro del aparato de radio en el salón.

Y luego coger el bus para ir a trabajar. Hoy mejor el 20, ¿por qué no? Turista en tu propia ciudad, ésa que vomitas cada día, esa que mascullas, esa que remiendas. Pero hoy no. Hoy es nueva. Hoy es otra. Diferente. Y el 20 sube la calle Alcalá hasta llegar a Cibeles (la luz ahoga las anchas avenidas y el sol calienta mi hombro, apoyado en la ventana), rodeamos el Retiro.

Y, mientras, voy memorizando el recorrido porque, pienso, algún día lo haré con la bici, ¿por qué no?

Y la libertad.

Y en apenas 20 minutos llego a la redacción. Hoy no estoy dispuesta a que su mugre invada mi estado de ánimo. Y saludo con ánimo y cuarto y mitad de sonrisa a la secretaria-g-r-i-s-h-u-m-o-y-p-a-l-a-b-r-a-m-a-r-t-i-l-l-o, que me ayuda a subir la pesada persiana, tantos días vetada.

Y la luz vuelve a ahogar otro minuto de mañana, en esta ocasión dentro de la redacción que, hoy, gracias al esfuerzo por cargar a cada gesto de sentido, no me muerde la yugular (sin duda, mereció la pena...).

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