lunes, 19 de noviembre de 2007

Hora y media de lucidez


¿A quién mirar a los ojos cuando el dolor ajeno constituye apenas una mota de polvo que choca, sorda, tras el cristal?

Un mundo polarizado hasta la náusea.

¿En quién confiar cuando los sentimientos de solidaridad, empatía, alteridad...; cuando la dignidad crepita en lo más profundo de las entrañas anunciando su irremediable destrucción?

El individualismo bestial que anula al individuo.

¿A quién acudir cuando la denuncia no es sino el chillido de un muerto porque la conciencia no existe, la crítica no existe, la honradez no existe, la ética no existe...?

Y un muro ¿infinito? por única respuesta.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Eureka! Ha re-nacido una poetisa...

Admiro tu manera de plasmar las sensaciones (esas que tantas veces tachas de indescriptibles).

¿Y sabes cuál es mi respuesta a todas esas preguntas? TÚ. Porque a ti te miro, en ti confío y a ti acudo cuando flaquean mis fuerzas y, sí, entonces, todos los muros me parecen infinitos...

Mauricio dijo...

Pues habrá que ir a ver esa película. Siento habermela perdido y no haber podido acudir a vuestra cita. Pero quiza cuando la vea tenga mas clara la realidad de esas preguntas.