lunes, 14 de enero de 2008

Se fue. Era un hombre glauco


Siempre que se muere un escritor, un escritor que me ha hecho sentir, que he sentido como parte de mi mundo, un escritor-hacha, escritor de esas literaturas que hieren o que te pinchan o que te confunden o que te deshacen o que te conceden por unos segundos esa pieza del puzzle o te la roban...

Siempre que se muere uno de esos escritores me entra un vértigo brutal. VÉRTIGO. Y me dispongo a recorrer toda su bibliografía con voracidad de desesperada porque temo... No sé qué es lo que temo verdaderamente. Temo, de alguna manera, lo absurdo de la nada en que todo redunda, temo la violación de la memoria, temo al olvido pero, sobre todo, temo que mi vida sea menos completa con su muerte. No lo sé.


Pudimos hablar con él, te acuerdas?, en la Feria del Libro de Madrid de hace un par de años. Acompañado del fiel Chus Visor, ahí estaba, mirando el mundo pasar. Y la admiración ejerció de imán. Sólo se nos ocurrió preguntarle por su color favorito pero, ¿qué se le pregunta a un poeta? El "glauco", nos reconoció después de pensarlo por un rato. Y con esa confesión, la sensibilidad, la intuición, la inteligencia.

Gracias, Ángel por ayudarme a vivir.


MUERTE EN EL OLVIDO

Yo sé que existo
porque tú me imaginas.
Soy alto porque tú me crees
alto, y limpio porque tú me miras
con buenos ojos,
con mirada limpia.
Tu pensamiento me hace
inteligente, y en tu sencilla
ternura, yo soy también sencillo
y bondadoso.
Pero si tú me olvidas
quedaré muerto sin que nadie
lo sepa. Verán viva
mi carne, pero será otro hombre
-oscuro, torpe, malo- el que la habita...


Ángel González

1 comentario:

Anónimo dijo...

Sí, lo recuerdo. Tú lo viste en sus ojos tan sólo al mirarle... GLAUCO: de color verde claro con algunos tintes azules.

Ese era Ángel González. Maestro de la palabra.

Y qué digna su muerte, aún más, con obituarios como el tuyo.

Gracias. Por todo.