lunes, 31 de marzo de 2008
Golosinas del 8 (II)
No me hizo llorar su demencia, su boca huérfana de dientes gritando a cada rato: "Dónde está mi bolso, Mari?", "Dónde vamos, Mari?", sino la mirada tierna y paciente de su hija calmando su inquietud (de nuevo infantil) con una sonrisa comprensiva y contestando cada vez como si se tratara de la primera: "Ahí lo tienes, madre, debajo de tu brazo", "Vamos a la tienda, a Moratalaz, madre". Madre.
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3 comentarios:
Jo. Qué tristura.
(Aunque, por otra parte, qué bien que hayas vuelto!)
Triste? No sé, precisamente quería destacar todo lo contrario... Ante la evidencia de esa decadencia en primer plano que identificas como "tristura": el Amor con mayúsculas, la mirada más amplia, la dedicación de (ida y) vuelta, el volcarse y entender la enfermedad y Amar aún así a quien el paso de los años ha hecho de quien te dio la vida, un triste muñeco de trapo...
No sé, chica, a mí me parece triste. Pero ahora que lo dices, también rescato tu versión. Quizás se trate de dos las dos caras de una misma moneda.
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